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Dicen que la lo cambia todo, pero lo que pocas veces se dice es que incluso antes de vernos cara a cara, ya se está compartiendo algo esencial: la . En esa conexión íntima que se da en el embarazo y el parto, no solo se pasan genes o apellidos; también se pasan bacterias, aquellas que viven en el intestino y que, sin que lo sepas, son parte de tus primeras defensas, de tu digestión y hasta de tu salud emocional. Pero, ¿qué es esta microbiota materna de la que hablamos y por qué debemos saber más de ella?

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La microbiota materna es un puente biológico entre generaciones. Lo que come la madre, cómo duerme, el estrés que maneja (o no maneja), e incluso si el parto es vaginal o por cesárea, marcan una huella en ese ecosistema invisible que también te alimenta desde el primer día. Durante el embarazo, la microbiota cambia y se adapta; el cuerpo de una madre no solo gesta una vida, también se convierte en un laboratorio de sabiduría biológica. A lo largo de los meses, su microbiota se adapta de forma estratégica: en el intestino, en la piel, en la vagina. Sí, así como lo lees, su cuerpo “modifica” su ecosistema interno a fin de preparar el terreno ideal para el bebe. Hacia el final del embarazo, la microbiota vaginal cambia y se enriquece con bacterias como los lactobacillus, fundamentales para colonizar al recién nacido en el momento del parto. Cuando nace el bebe, ese universo bacteriano de la madre no solo no desaparece, sino que empieza a formar parte del suyo. Si el parto es vaginal, el bebe se encuentra por primera vez con la microbiota vaginal e intestinal. Si nace por cesárea, este encuentro cambia (y con él, algunas diferencias en la microbiota inicial).

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Nora Sugobono
La lactancia no solo proporciona una nutrición completa y equilibrada: también fortalece el sistema inmunológico y reduce el riesgo de diversas enfermedades a futuro. (Foto: iStock)
La lactancia no solo proporciona una nutrición completa y equilibrada: también fortalece el sistema inmunológico y reduce el riesgo de diversas enfermedades a futuro. (Foto: iStock)
/ Fly View Productions

Pero la cosa no queda ahí. La leche materna es otro canal sumamente potente para la transferencia y fortalecimiento de la microbiota. Durante la lactancia, el cuerpo sigue haciendo magia: la leche tiene oligosacáridos, una especie de “comida favorita” de ciertas bacterias buenas, que ayudan a formar una microbiota diversa y resiliente, y esto a su vez se traduce en un bebe con un sistema inmune más fuerte. Maravilloso, ¿no?

La microbiota es el conjunto de microorganismos que viven sobre todo en el intestino. Estas bacterias favorecen la digestión, la absorción de nutrientes, la producción de vitaminas y el fortalecimiento del sistema inmunológico.

Pero, ¿y la mamá? En todo este proceso, el cuerpo se transforma, y el intestino también. El estrés, la falta de sueño, los cambios hormonales, el uso de antibióticos, las dietas restrictivas… Todo esto puede afectar la microbiota y, por lo tanto, la salud digestiva, el estado de ánimo y el sistema inmune. Por eso, cuidar la salud intestinal es clave antes, durante y después de la gestación. Incluir alimentos ricos en fibra (frutas, verduras, legumbres, semillas) así como alimentos fermentados, reducir los productos ultraprocesados y, sí, descansar cuando puedas (aunque sean siestas de 15 minutos), hace la diferencia.

Así que si eres mamá (o estás camino a serlo), cuidarte, nutrirte bien, descansar lo que puedas, moverte o respirar bien va a ser parte de tu legado. Porque cuando tú estás bien, tu microbiota florece… y con ella, la de tus hijos. Este Día de la Madre, celebremos eso: que tu cuerpo no solo dio vida, también dejó una firma en la salud de quienes amas. Y reconozcamos que desde el día uno de la gestación se crea esta danza invisible y perfecta, que ocurre sin que la mamá tenga que pensar en ello, pero que demuestra una vez más que el cuerpo femenino es una maravilla de inteligencia biológica: está diseñado para nutrir y proteger desde el inicio. Y eso, queridas mamás, es digno de toda admiración. //

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