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La derecha peruana nunca hace peores campañas que cuando tiene todas las opciones de ganar. Mario Vargas Llosa y Lourdes Flores Nano son testimonios de campañas que eran predeciblemente ganadoras, arrastradas al fracaso por la autocomplacencia. Nuestra derecha peruana no ha aprendido la lección de la elección del 2021. El fallido y ridículo autogolpe de Pedro Castillo y su mediocre gobierno le abrió una oportunidad extraordinaria a la derecha política. Sin embargo, movidos por el cálculo de corto plazo y el fatalismo irracional, decidieron pelearse con una gran parte del país que habitaba más allá de cinco distritos mesocráticos limeños. No los escucharon y les bajaron el volumen, ninguneándolos. El problema cuando uno le baja el volumen a estos ciudadanos es que, tarde o temprano, estos parlantes explotan repentinamente.

Es comprensible que la derecha peruana, al notar que tanto la inseguridad ciudadana y el aumento del crimen organizado ha abierto las puertas a los candidatos que representan la mano dura, haya decidido lanzarse por la conquista de estos ciudadanos urbanos. Pero al hacerlo no solo han decidido dividirse, sino que han comenzado a atacarse con una agresividad que ni siquiera han tenido con los probables candidatos de izquierda. La disputa entre Phillip Butters y Rafael López Aliaga demuestra que el inicio de las escaramuzas de la campaña ha sido dentro del mismo redil.

En países con sistemas de partidos muy institucionalizados, la derecha y la izquierda pueden tener escaramuzas internas, porque confían que finalmente el caudal de votos cautivos lo arrastrará el vencedor de estas primeras disputas internas. Pero en el Perú, esto es trabajar para el opositor ideológico. Cuando uno viaja por muchas regiones andinas, escuchando a nuestros compatriotas es patente que van a votar castigando a la clase política que defendió al establishment, y que lo van a ser con una particular dureza.

Aunque estos sectores aun no hayan definido a quién endosarán su apoyo electoral, es evidente que la insatisfacción y el hastío están buscando un candidato. Por eso, cuando la derecha política, mareada por las primeras encuestas de opinión, entiende que sus candidatos van punteando, debería entender que esto es un espejismo y que no debe distraerlos del panorama completo, que el apoyo es raquítico y fugaz, y que no conocen al verdadero enemigo.

Quizá cometen estos errores porque ven los números en algún foro empresarial y se entusiasman, sienten que tienen el momentum, y sus ayayeros los inducen a saltarle a la yugular a todo aquel que creen les está quitando el nicho electoral. Pecados de amateurismo en la derecha, que por más radical que parezca –salvo el fujimorismo–, sigue siendo novata y cándida.

Gonzalo Banda es Analista político

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