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Lo de es para aplaudir. Aunque ya está cómodamente posicionado en el Universo Cinematográfico de Marvel como el superhéroe Bucky o el Soldado del Invierno, el actor rumano-estadounidense ha sabido hacerse espacio en su agenda (seguramente renunciando a unos cuantos millones de dólares) para asumir papeles más exigentes y gratificantes. El año pasado, por ejemplo, consiguió una merecida nominación al Óscar por su interpretación de un joven y en ascenso Donald Trump en “El aprendiz”; pero ese no fue su único rol notable del 2024, pues tuvo incluso uno mejor: el de un actor con el rostro desfigurado en “Un hombre diferente”.

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De alguna manera, esos dos roles corresponden al de un “monstruo” en plena metamorfosis. De un lado nos mostró a un Trump que pasaba de ser un mediocre empresario a un magnate sin escrúpulos; del otro, a un apestado de la sociedad que se somete a un tratamiento para desaparecer la deformidad que le altera el rostro. Lo interesante de “Un hombre diferente” es que la mutación física queda en un segundo plano, es apenas la somatización de una conversión psicológica, moral y espiritual que se vuelve el centro de la cinta dirigida por Aaron Schimberg.

De hecho, el tema parece ser una obsesión del cineasta estadounidense, quien nació con labio leporino y reconoce que esa condición ha marcado su vida y su obra. En el 2018, estrenó “Chained for Life”, cinta que a su vez registraba el rodaje de otra película protagonizada por una serie de personas con anomalías de todo tipo. Una suerte de versión contemporánea del “Freaks” de Tod Browning: delirante, estrambótica, circense, y por eso fellinesca también.

"El protagonista de la cinta es un apestado de la sociedad que se somete a un tratamiento para desaparecer la deformidad que le altera el rostro".

En “Un hombre diferente”, en cambio, Schimberg suaviza esa extrañeza, la contiene, y le confiere a su historia una atmósfera más velada, penumbrosa y misteriosa. El retrato de este hombre que cambia su desfiguración facial por un rostro lozano, y que paradójicamente luego se embarca en el desafío de interpretar a un “desfigurado” con una máscara, nos perturba porque parece enfrentarnos a nuestros propios miedos, al impulso a mirar al abismo, a un deseo profundo de fatalidad.

Pero, además del fantástico papel de Stan, la película se fortalece gracias a sus otros dos protagonistas, muy a la altura: la noruega Renata Reinsve, recordada por su elogiado trabajo en “La peor persona del mundo”; y Adam Pearson (a quien ya habíamos visto en “Under the Skin” de Jonathan Glazer y en la mencionada “Chain for Life” de Schimberg), un actor británico que sufre de una neurofibromatosis que le desfigura el rostro en la vida real. Es gracias a él y a su contraposición con Stan que “Un hombre diferente” funciona también como un intrigante juego de dobles, un laberinto de espejos, un cuento sobre las dos caras de una misma moneda cuyo lado más aterrador es imposible de definir.

Calificación: 4/5