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Entre el ‘thriller’ distópico y la ficción especulativa se ubica esta película sobre una pareja de esposos – como Mia y Himesh Patel como Aaryan– que buscan desesperadamente tener una hija. Lo peculiar del asunto es que ellos habitan un mundo colapsado, en el que la paternidad es estrictamente controlada y se requieren permisos para adoptar y criar. Ante ello, Mia y Aaryan recibirán en su casa a Virginia (Alicia Vikander), una evaluadora del gobierno que supervisará si es que ambos se encuentran aptos para convertirse en padres. Y es su presencia la que desatará una serie de problemas.

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La ambientación es un primer punto clave en “La evaluación”: casi toda la película se desarrolla dentro de la residencia de la pareja protagonista, una morada aislada en un paisaje árido frente al mar. La vivienda de estructura brutalista y un diseño que remite a la geometría y los colores de Mondrian refuerza el contraste entre lo externo y lo interno: sus habitantes son una pareja exitosa y elegante, que se refugian en una estética sofisticada ante la ruina global.

El personaje de Vikander, en cambio, es el más enigmático e inquietante. Su llegada a ese hogar en busca de una hija se convierte en una estadía más larga de lo esperado, una figura incómoda y perturbadora por su conducta y actitudes. La Virginia que evalúa la aptitud de los padres en potencia se muestra severa y hostil, impredecible e incontrolable por momentos. Los exámenes a los que somete a la pareja van desde fingir ser una niña pequeña –con gritos y rabietas incluidas– hasta organizar una cena con una serie de invitados –la madre de él, la expareja de ella– que pretenden desestabilizar su aparente armonía.

"La presencia invisible de un Estado tiránico es uno de los aspectos más atractivos de la cinta, que se siente más cuajada cuando juega a la insinuación".

La sexualidad también juega un rol agitador en el trío conformado por Mia, Aaryan y Virginia, con su convivencia atípica y forzada. Y la idea de la maternidad alterada, restringida y vigilada parece tomar una serie de influencias de relatos populares, que van desde “El bebé de Rosemary” hasta “El cuento de la criada”. Fleur Fortuné, la directora de la película, es diestra manejando esas referencias sin desembocar en la copia o la parodia gratuita; por otra parte, cierto regodeo en la excesiva estetización (que parece venir de su pasado dirigiendo videoclips musicales) sí llega a saturar algunos pasajes de la cinta.

La presencia invisible de un Estado tiránico, abocado al control poblacional, es tal vez uno de los rasgos más atractivos de esta historia que se siente cuajada y convincente sobre todo cuando juega al misterio y la insinuación. Un más que interesante debut en el largometraje de la cineasta francesa, a quien valdrá la pena seguirle la pista.

Calificación: 3/5