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Lo primero que llama la atención de “Los restos de la piel”, novela de Jhemy Tineo Mulatillo (Moyobamba, 1986) es la plasticidad, la ductibilidad con que su historia se despliega, sinuosa y acechante, como una serpiente deslizándose entre las ramas de una realidad que subyace a las obsesiones y elecciones de un autor comprometido con una visión del mundo donde lo biológico y lo escatológico definen a sus personajes más que cualquier amago de humanidad que pueda encontrarse entre las páginas de este libro. La conciencia del lenguaje y la habilidad para subvertirlo y eviscerarlo, para arrancarle una música envolvente, para apuntalar por momentos en él una sobrenaturaleza mágica y por otros una crónica de hechos degradados, es una virtud que distingue la original propuesta de Tineo, quien se esfuerza por evadir las tradicionales convenciones de nuestra narrativa y lo logra en buena medida.

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“Los restos de la piel” está dividida en tres libros: el primero, y el más acabado formalmente, es “Dos hombres felices”, que relata los orígenes del protagonista, un docente y escritor amateur llamado Jesús, al que sus colegas apodan el Loco Libros, quien se entremezcla en la relación amorosa de su mejor amigo, Lucio, con Liliana. En esta sección, bellamente escrita, aparecen los motivos que signarán el libro: la sexualidad desaforada, la fijación por el acto excretorio y la necesidad compulsiva de elaborar historias. Sobre el primer aspecto, Tineo celebra y describe una sensualidad cuya conclusión suelen ser coitos desprovistos de cualquier sutileza, por momentos casi zoológicos, efectuados por seres que fornican entre las brumas del sueño y de la pesadilla.

Sobre el segundo factor, diremos que la presencia de seres defecando o hablando sobre el acto de defecar cobra en la historia acentos freudianos, que van más allá del efectismo propio de algunos de los más baratos trucos del realismo sucio. Este tema, que será desarrollado a fondo en la siguiente parte de la novela, “A lo mejor soy Raskólnikov” -narración sobre la condición de migrante en la gran ciudad-, llega en un momento a parecer excesivamente reiterativo (hay capítulos basados casi exclusivamente en el tema, como “Soy un escarabajo pelotero” y “Heces”), pero esa necesidad de enfatizarlo tiene un sentido: la de dejar clara a los lectores la condición más animal que espiritual de estas criaturas, de subrayar el origen primitivo de sus actos, incluso aquellos más razonados, de adherirse a la postura vallejiana que mira a los hombres como sujetos conducidos por religiosas necesidades materiales. La tercera parte homónima de “Los restos de la piel” remarca el último aspecto señalado: la vocación por escribir, por remodelar lo vivido a partir de una fabulación incesante que parece tragarse a su mismo creador.

La impresión que nos genera “Los restos de la piel” es la de una ficción inconforme, compleja y que va más allá del deber en varios de sus objetivos. Se le ha reprochado a Tineo ciertas fallas estructurales, pero hay que tomar en cuenta que esta estructura está concebida con una audacia que, debido a los riesgos asumidos, por tramos funciona muy bien y en otros languidece. Estaremos de acuerdo que es preferible ese arrojo a la comodidad de lo pactado de antemano. De eso también trata este libro.

LOS RESTOS DE LA PIEL

Autor: Jhemy Tineo Mulatillo

Editorial: Tusquets

Año: 2025

Páginas: 271

Relación con el autor: ninguna.

Valoración: 4 estrellas de 5 posibles. 

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